Ahora que viene la época de recogida de juguetes, alimentos, etc, os dejamos este extracto del artículo de Aitor Sánchez y os invitamos a leerlo entero >>
La donación de alimentos siempre ha estado relacionada con productos de una baja calidad nutricional. El motivo es sencillo: al solicitar alimentos no perecederos muchas veces se acaba recurriendo a las opciones ‘fáciles’ (por considerarlas baratas) que conoce todo el mundo: azúcar, harina, galletas, dulces, bollería, zumos, quesos de baja calidad…
La población de destino es la que precisamente menos necesita estos productos, justo porque son a los que ya tiene acceso, y además porque nutricionalmente son superfluos y son factor de riesgo de las enfermedades más extendidas en el ámbito socioeconómico más humilde.
Por si todavía hay alguien perdido en la epidemiología del sobrepeso y la obesidad, refrescamos: donde es más prevalente es en las familias con pocos recursos, también las que consumen más harinas refinadas, galletas, refrescos y productos azucarados.
Lo que tiene sentido y una repercusión real sería el dar recursos nuevos para que la gente lleve a donar alimentos que nos permitan suplir las carencias reales de la campaña. La próxima vez que donéis alimentos, elegid antes unas legumbres en bote o conservas al natural, y no os decantéis tan precipitadamente por una crema de chocolate o galletas.