
Ayer por la noche nos tocó despedir a nuestra Yaya. Desde la distancia, pendientes del teléfono, del frío whatsapp. Casi rayaba los 100 años, y era increíble cómo su cabeza parecía no pasar de los 70. Cómo nos recordaba, cómo nos decía lo importante que era la familia. Cómo se acicalaba cada día, cómo nos contaba cosas de cuando éramos pequeños. Y se ha ido sola. Qué injusta es esta enfermedad, este virus maldito, que hace que la soledad sea tu última compañía. Sólo esperamos, y así creemos que fue, que el personal sanitario que la acompañó fuera cariñoso y atento en sus últimos momentos.
A nosotros también nos toca hacer el duelo desde casa: la clase de nuestro peque está en cuarentena desde el viernes y aún no sabemos nada. Nos ha pillado en pleno puente, así que nada de PCR hasta que nos llamen en día laborable. 50 familias (2 clases) con la vida parada. Ni siquiera hemos podido acudir a lo privado por el mismo motivo. Así que, sin saber si nuestro hijo es positivo o no, nos quedamos en casa por responsabilidad y porque es lo que toca. No hay más.
Te despedimos desde aquí, yaya. Entre lágrimas, llamadas y fotos antiguas.
¡Si supieras el enfado que pilló el enano por no poder verte más! Decía que estaba triste y también enfadado, porque aunque tú nos pudieras ver desde el cielo, él ya no te iba a poder ver más. Y así se acostó. Decía, «papá, la tristeza no se me va». Es curioso el feeling tan bonito, y a la vez extraño y mágico que teníais.
Nos quedan muchas cosas, yaya. Muchos recuerdos. También la cocina, tus truquis y tus platos. Es bonito pensar que a través de un acto tan cotidiano como cocinar y comer se puede recordar a alguien, y que eso pasará como legado a través de distintas generaciones.
Descansa en paz, abuela.
Te acompaño en el sentimiento. ànimos y fuerza en esta situación que estamos pasando….
Me gustaMe gusta
Muchísimas gracias, Laura
Me gustaLe gusta a 1 persona