Estamos en noviembre. Todo está revuelto. Miramos hacia marzo: confinamientos, miedo, niños en los balcones y aplausos a las 8. Si nos paramos, la economía se para. Hay que seguir: coles, trabajos, mercado… todo igual… ¿igual? Miro las quejas que como padres teníamos antes de la pandemia, en febrero de 2020, ¡y benditas quejas! Porque podíamos tocar sin miedo, besar, abrazar, jugar con niños desconocidos, llenarnos de arena en el parque de la calle de más arriba y no sentías un pequeño escalofrío cada vez que alguien se acercaba a menos de 2 metros. Todo esto se ha convertido, para mí, en prioritario. En casa hemos adaptado todo para que los niños permanezcan menos tiempo en el cole, nos levantamos más temprano y hemos prescindido de la incalculable ayuda de los abuelos. Ains, ¡los abuelos! Lo daría todo por abrazos sin complejos, completos y llenos de cariñico.
Estos días estamos viendo en las redes que, por las cifras que manejamos de covid-19, las cabalgatas de Reyes habrán de suspenderse. Y estamos leyendo en las redes iniciativas fantásticas para contrarrestar: que todos decoremos nuestras casas por fuera para que la Navidad esté mucho más presente, que los Reyes se paseen por las calles (a base de voluntarios si los ayuntamientos no pueden debido a la situación) y que los niños puedan verlos días aleatorios por las calles caminando y preparando la navidad (que sí, que habrá que decirles que se mira y no se toca, pero ¡imaginación al poder!: «no, no podemos tocar a sus Majestades, están preparando la magia de la Navidad»… «no podemos interrumpirles porque están fabricando, enviando y repartiendo regalos»,…). A mí me parecen iniciativas preciosas que piensan en los peques y en el complicado confinamiento que han tenido y el curso escolar que están llevando con la mejor de las sonrisas, demostrándonos a todos la increíble responsabilidad que tienen y que el miedo se vence con juegos. Porque sí, tienen miedo. Lo hemos visto en nuestros propios hijos: no quieren salir de noche de su cuarto por si en el pasillo se encuentran al virus y les toca, se lavan las manos si tocan algo «para destruir al coronavirus lo antes posible», etc, etc. Es también nuestra responsabilidad, como sociedad, ayudar a que la ilusión de la Navidad siga viva.

Foto: @estudioatope